martes, 7 de mayo de 2013

La Llorona

Nicaragua es un país de mitos y leyendas esta vez les contare la leyenda de la “Llorona”, pero para eso le hice una entrevista a don Salvador Hernández de 85 años de edad según él desde pequeño en su comunidad ya hablaban de la llorona.
 “Una vez por la madrugada iba para mi casa en Veracruz, era las calles estaban desoladas y solo el sonido de los grillos se escuchaba de repente escuche un grito de una mujer pero me dio hasta escalofrió en todo el cuerpo porque el grito era lo más horrible que había escuchado.” explico Hernández.
 Les dejo la leyenda de la Llorona espero les guste: 

 “...En aquellos tiempos de antigua, había una mujer que tenía una hijita de unos 13 años, ya sazoncita estaba la mujercita. Ella ayudaba a lavar la ropita de sus nueve hermanitos menores y acarreaba el agua para la casa. La mamá no se cansaba de repetir a la hija cada vez que la veía silenciosa moler el maíz o palmar la masa cuando el chisporroteó de la leña tronaba debajo del comal de barro: -Hija, nunca se mezcla la sangre de los esclavos con la sangre de los verdugos.

Ella le decía verdugos a los blancos porque la mujer era india. La hija, en la tarde salía a lavar al río y un día de tantos arrimó un blanco que se detuvo a beber en un pocito y le dijo adiós al pasar. Los blancos nunca le hablaban a los indios, solo para mandarlos a trabajar. Pero la cosa es que ella se encantó del blanco y los blancos se aprovechaban siempre de las mujeres. 

Entonces bajo un gran palencón de ceibo que sirve para lavar ropa, ahí por el río, se veían todos los días y ella se metió con él. - Mañana, blanco, nos vemos a esta misma hora, -le decía siempre. Claro, el blanco llegaba y la indita salió pipona, pero la familia no sabía que se había entregado al blanco. Dicen que ella se iba a ver bajo el Guanacaste, para que las lavanderas no la vieran y no fueran a acusar con la mamá. Allá al tiempo, ya ella estaba por dar a luz, entonces entró un barco a la isla, aquí en Moyogalpa. Ya se iba el blanco, se iba para su tierra y entonces como ella estaba por criar, ella le lloraba para que se la llevara. Pero ¡dónde se la iba a llevar! La indita lloraba y lloraba, inconsolable, a moco tendido. 

Él se embarcó y a ella le dio un ataque, cayó privada. Cuando ella se despertó al día siguiente, estaba un niño a su lado y en lugar de querer aquel muchachito, lo agarró y con rabia y le dice: -Mi madre me dijo que la sangre de los verdugos no debe mezclarse con la de los esclavos. Entonces se fue al río y voló al muchachito y ¡pan! Se cayo cuando cayó al agua. Al instante se oyó una voz que decía: ¡Ay! madre... ¡ay madre!... ¡ay madre!...


 La muchacha al oír esa voz se arrepintió de lo que había hecho y se metió al agua queriendo agarrar al muchachito pero entre más se metía siguiéndolo, más lo arrastraba la corriente y se lo llevaba lejos oyéndose siempre el mismo llanto: ¡Ay madre!... ¡ay madre!... ¡ay madre! Cuando ya no pudo más se salió del río. El río se había llevado al chavalito pero el llanto del niño que a veces se oía lejos otras veces aparecía cerquita: ¡Ay madre!... ¡ay madre!... ¡ay madre!... La muchacha afligida y trastornada con la voz, enloqueció.

 Así anduvo dando gritos, por eso le encajaron La Llorona.

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